CUENTOS
SUBURBANOS
Prefacio
Estos
cuentos son inspirados en las cálidas narraciones de Roberto Vicente Rutigliano,
ellas retratan experiencias de su infancia y de su juventud vividas en el
barrio de Avellaneda.
Esos relatos
muy humanos que me fueron contados con una gran carga poética son la base para
estos dos cuentos que presentamos a seguir: “Inspiración” y “Gólgota”.
Roberto Rutilgiano.
INSPIRACIÓN.
PRIMERA
PARTE. EL ANUNCIO
Gladiz
Nikisnki , la hija
del ferretero, pasó por la vereda de enfrente con un pullover de lana color
celeste y observándola todos los jóvenes de la calle Lemos percibieron que el
invierno había llegado.
Su silueta
femenina se alejaba mientras pisaba distraída las hojas amarillas caídas en el suelo. El crujir de sus pasos y
el color intenso de su ropa disiparan la monotonía suburbana.
Era el mes
de julio de 1949. El
padre de Juan Borra había alquilado un galpón para hacer fiestas con música en
vivo y lo había contratado a Hector Mauré con dos guitarristas para la
inauguración.
Y no era
sólo Mauré que visitaba el arrabal. El barrio todo estaba de fiesta porque
decían que Aníbal Troilo (Pichuco) vendría a tocar a Avellaneda, en el Circulo
Friulano con su orquesta.
Una foto
sepia eternizó el encuentro de Juancito, su padre, Mauré y Joya. Avellaneda
comenzaba a transformarse en un polo cultural del suburbio.
Por ese
entonces las orquestas más famosas eran las de Juan D’Arienzo (el rey del
compás), Osvaldo Pugliese, Alfredo Gobbi, Mariano Mores, Carlos Di Sarli,
Francisco Lomuto y por supuesto la de Aníbal Troilo.
Elegir una
orquesta era como preferir un club de futbol, la persona tenía que saber todas
las músicas, la formación, el nombre de los cantores y acompañar a la orquesta
donde fuera que tocase.
Era difícil
que Troilo tocase en el suburbio porque además de los cabarets del centro contrataban
la orquestra para tocar en la radio y en fiestas particulares, en el circuito
de salones de bailes bacanas que había en el ambiente porteño.
Joya pasó
por la puerta del círculo Friulano y vio el cartel anunciando la llegada del
ídolo: Sábado 23 DE AGOSTO/ GRAN BAILE CON LA ORQUESTA DE ANIBAL TROILO/
ENTRADA 15 PESOS/DAMAS GRATIS/BAILE DESDE LAS 20 HORAS CON LA ORQUESTA
CARACTERÍSTICA “MARAHUANA JAZZ”.
Eran 4 de
los 14 jóvenes que hacían parte de la barra que eran locos por Aníbal Troilo,
conocían sus composiciones, se deleitaban con su forma de interpretar las
melodías, con su vida de bohemio y de genuino representante de un Buenos Aires
nocturno, poético y sin razón.
Era una
fecha de gala, no podían ir vestidos como de costumbre así que uno a uno fueron
a lo del sastre Oscar Calvo, que quedaba en la esquina de la calle Lemos con
Avenida Mitre para encargar un traje a medida.
Calvo era
un hombre astuto y comprensivo, rápidamente entendió que los muchachos no
tenían plata para pagar ni la tela, ni su trabajo porque el primero que
apareció le pidió fiado, el segundo le dijo que le pagaría al otro mes, el
tercero le prometió la mitad para una semana, y así fueron llegando los 4
troileanos a su taller inventando pretextos para hacerse el traje nuevo sin
dinero en la mano.
Cuando
llegó el último Calvo lo miró y le dijo, no precisas decirme nada, me lo pagas
cuando puedas (es cosa de hombre sabio y generoso no humillar a una persona que
quiere algo, pero que no tiene como alcanzarlo).
Calvo en
ese día, cuando terminó la hora de su trabajo, fue hasta la esquina del tranvía
donde se juntaba la barra y les dijo a los cuatro que habían encargado el traje
nuevo:- Quiero hablar con ustedes cuatro
a solas. Los cuatro se separaron del montón y escucharon a Calvo diciendo con
vos serena: – por lo menos me pagan la tela ahora, mi trabajo me lo pagan
cuando puedan. Los jóvenes se miraron sonrieron de forma agradecida y juraron
que una semana tendría como adelanto el dinero de los gastos.
Cada uno
había elegido un modelo. Pilín quería un traje gris con chaleco, Borra quería
uno a rayas finitas gris oscuro y gris claro cruzado, Joya prefería uno azul
oscuro con chaleco azul claro y Junquillo prefería un pantalón marrón oscuro y
un saco verde laurel.
Pilín le
dijo a Junquillo: – pero así vas a parecer un arbolito! Y Junquillo casi le
rompe la nariz por ponerlo en ridículo.
Las chicas
hacían fila con las costureras eligiendo sus vestidos coloridos, unas con
flores, otras a lunares, otras con estampas, otras con tonos vivos.
Juana, la
hija de de Roberto el sifonero, era una morena linda, usaba el cabello suelto y
tenía una boca insinuante que cuando se ponía lápiz de labio quedaba parecida
con las imágenes de Carmen de García Lorca; Julieta Magaldi era una joven
afable que sabia vestirse, tenia buen gusto y siempre de forma discreta
conseguía atraer la atención con sus modos finos y delicados; Rosa, hija de
Jose el de la panadería, era una chica delgada e inteligente, era la única que
fumaba y que reía con una carcajada sonora, le decíamos “la flaca”.
Pero,
claro, Gladiz Nikisnki era especial, su padre era polaco y su madre italiana.
Mezclaba las formas rusticas de su cuerpo latino con una composición de colores
que realmente llamaban la atención. Tenía el cabello negro azabache, ojos
azules y una piel pálida casi fantasmal.
El barrio
entero hablaba de medias, de colores de corbatas, de cómo lustrar los zapatos
con grasa bovina, de sombreros, de gomina, de perfumes, collares, maquillajes,
peinados y de los pasos de baile, todo el mundo preparando los cortes y las
quebradas para lucirse en la pista.
Los
muchachos se preguntaban quien tocaría en la orquesta. Joya que conocía de
memoria el nombre de todos los músicos afirmaba que el violinista David Díaz no
podía faltar porque era uno de los pocos que siempre acompañaron al gordo.
-Y los
cantores? (preguntó Pilín) – Y seguramente vendría Edmundo Rivero y Floreal
Ruiz – le respondió Juancito Borra. – Que te parece que van a tocar? (preguntó
Junquillo) – Y seguramente “Barrio de Tango”, “María”, “Que me van a hablar de
amor”, “Corazón de papel” y “ A la Parrilla” no puede faltar (respondió Borra).
Juancito
Borra se fumó un cigarrillo y les dice: – También puede ser Fiore (refiriéndose
a Francisco Fiorentino), pero por que no
le preguntamos a la hija de David Díaz , ella casualmente está ahí , la vi
entrando en el Almacén de Totó.
Dos
muchachos se cruzaron la calle entraron en el almacén y la encontraron a Hebe
Díaz (la hija de David Díaz el violinista de Troilo) junto con su novio Titi
Guerra y le preguntaron: - discúlpenme,
con los muchachos queríamos saber si vos sabes (quiero decir , si usted
sabe) cuales son los músicos que van a tocar con el gordo aquí en el Círculo
Friulano.
Hebe , era
un joven discreta, pero decidida, se sorprendió que la hayan hecho la pregunta,
tosió como queriendo tomar aire para entender lo que pasaba, lo miró a Titi y
les dijo: - En el piano viene Carlos Figari, en el contrabajo mi tío Kicho
Díaz; en los violines : mi papá David Díaz, Alberó, Alsina, Nicchele, y en la
viola viene Gianna. En los fueyes viene Pichuco, su hermano Marquito, Mattio,
Garcia y Mariono. Los cantores son Rivero y Calderón.
Juancito
Borra se quedó con la boca abierta y balbuceando unas disculpas les dijo a Titi
y a Hebe: - bueno, muchas gracias, ustedes se la saben todas.
Volvieron a
juntarse con los muchachos y les contaron la formación de la orquesta de
Pichuco.
Las horas
pasaron y terminaron en el bar de Don Pepe; se sentaron a tomar un Cinzano
y Pepe rezongó un poco que eran 4 para
tomar sólo un Cinzano.
SEGUNDA PARTE. LAS HISTORIAS DO GORDO.
L A HISTORIA DE WALTER RIOS
Sentados en
el bar se les acerca el padre de Juancito Borra y les dice: —Los
veo entusiasmados hablando de Troilo, ustedes no conocen la historia del gordo
con Walter Rios? —Los muchachos no dijeron nada.
— Resulta que
el bandoneonista Walter Rios había llegado de Santa Fe hacia unos días con su
mujer, alquilaron una casita por la Paternal y lo primero que hizo cuando tuvo
un tiempo libre fue ver al gordo al cabaret Chantecler en la calle Paraná, 440.
Cuando
terminó la presentación se acercó a Troilo, le contó que era bandoneonista y
Troilo le dice: — "Ahora nos vamos a tomar unos
tragos a la confitería “La Ideal”, vení con nosotros".
Walter Rios
se asombró porque el gordo estaba con unas 25 personas que lo acompañaron hasta
la confitería y tímidamente siguió a la pequeña muchedumbre.
Después de
2 horas, ya a la media noche, Walter Rios se acercó al gordo y le dice: —
Maestro puedo hablar unos minutos? El gordo le dice, claro nene, ahora vamos al
escolaso, querés venir? Ahí vamos a estar más tranquilos.
Salieron de
“La Ideal” y fueron caminando por Diagonal Norte, y cerca de la 9 de julio
subiendo una escalera sospechosa entraron en un salón lleno de billares y de
mesas con hombres jugando barajas.
Todo el
mundo murmuró algo cuando llegó Pichuco con su comitiva que ahora llegaba a unas 35 almas. Se
sentaron en varias mesas, el gordo pidió un Smuggler doblé y comenzó a
conversar con sus amigos sobre caballos, poesía, cantores, mujeres y tango. Se
acercó el flaco Ruano, Pichincho, un jóquey que le traía las fijas para el
domingo y Walter Rios tímido en un rincón esperaba su turno sin querer parecer
ansioso.
A las 3 de
la mañana después de varias partidas de
barajas, el gordo se levantó de la silla y llamó al mozo. Walter Rios
medio dormido tentó ver si tendría una chance, pero apenas se quedó mirando.
Por el
movimiento parecía que los tangueros seguirían zambullidos en la estrellada
noche porteña. Troilo miró para los lados, lo vio a Walter Rios y le dice: —
Vamos hasta un piringundín acá cerca, terminamos la gira y charlamos
tranquilos.
Salieron
todos andando por la calle Viamonte y en un momento entraron en un subsuelo que
tenía un cartelito con luces de neón donde decía “Club 135”. Era una cueva.
Entre la oscuridad, el humo, la música y el perfume barato de mujeres ociosas
el gordo se perdió en las tinieblas.
Salieron a
las 5 de la mañana y en la puerta Walter Rios percibió que estaba amaneciendo.
Lo miró al gordo con una mirada de desesperado y le dijo: —
Maestro, mi mujer me mata, son casi la seis de la mañana!
El gordo
con su generosidad eterna, le echó un vistazo, pensó un minuto y dijo: —
Ya sé! Donde vivís? Y Walter Rios le contestó: —
En la Paternal. El gordo paró un taxi, se despidió de sus amigos y le dijo al
motorista, vamos a la Paternal, pero cuando puedas pará en una panadería que
esté abierta que quiero comprar unas cosas.
El taxista
entró por Rivadavia, paró en una panadería. El gordo se bajó y compró una torta
de chocolate inmensa. El taxi siguió hasta la casa de Walter Rios, y el gordo
le dijo: —Tocá el timbre y dejá conmigo.
Walter Rios
tocó el timbre, abrió la puerta su mujer; Troilo le entregó la torta y al
marido suavizando cualquier percance que pudiese ocurrir por la trasnochada.
El padre de
Juancito borra agregó: —el gordo es así de bueno.
El flaco
Pilín también quiso agregar un recuerdo y dijo: —
yo conozco una historia con Pugliese.
LA HISTORIA
CON PUGLIESE.
Osvaldo
Pugliese era públicamente miembro del partido comunista. Había fundado el
sindicato de los músicos y en su orquesta todos los miembros tenían un
tratamiento democrático e igualitario.
Juan
Domingo Peron perseguía a la izquierda y la policía tenía órdenes de meter en
cana a cualquier persona que fuese anarquista, comunista o que fuese
sindicalizada fuera de los aliados del gobierno.
Cada vez
que lo metían en cana a Pugliese le avisaban a Troilo y este largaba todo, iba
hasta la comisaria y como era una persona pública e influyente mandaba llamar
directamente al comisario.
El gordo le
decía: — Comisario déjelo salir, es un buen
muchacho! Y el comisario lo largaba a Pugliese y lo dejaba en libertad.
El padre de
Juancito Borra se acordó de otra anécdota y dijo, ustedes saben lo que hacia
Zita cuando el gordo no conseguía atender el teléfono porque se había pasado de
copas?
HISTORIA
CON ZITA.
Troilo
conoció a Zita en 1938, en pocos meses se casaron, formaban ese tipo de parejas
que son para toda la vida.
Le decían
la Griega porque efectivamente había nacido en Grecia; era la otra mitad del
gordo. Lo cuidaba, lo amaba y lo acompaño toda su vida.
Bien
humorada y discreta cuando lo llamaban por teléfono a Troilo antes de un
horario en que él podía atender porque había llegado ebrio de madrugada,
respondía con un tono risueño: — Está
cicatrizando!
Todo el bar
se reía pensando en la cara de Zita mirando para el gordo en la cama y teniendo
que inventar una disculpa.
Bueno, dijo
el flaco Ruano, me voy a dormir porque mañana es el gran día y quiero levantarme
temprano que quiero pasar en lo de Tito el peluquero para que me corte el pelo
y me afeite.
EL SHOW Y
EL ENCUETRO INOLVIDABLE.
Finalmente,
llegó el gran día del show. La Marahuana Jazz abrió la noche tocando músicas
ligeras y Troilo arrancó con dos tangazos suyos: “Romance de Barrio” y “María”.
Los
muchachos estábamos entretenidos entre nuestras ropas y el encuentro con las
chicas. La etiqueta permitía apenas bailar tres músicas con una sola persona,
bailar más que eso era considerado una osadía o demostraba un cierto
compromiso.
Aturdidos
por la música, la seducción y la propia apariencia no conseguíamos salir de
nuestra imagen, como narcisos quedamos presos del espejo.
De pronto
la presentación acabó sin darnos cuenta. La orquesta salió del escenario, los
músicos subieron a un ómnibus y un “Os Mobile” blanco esperaba por el gordo en
la esquina del club.
Salimos
tentando aproximarnos de nuestro ídolo acompañándolo por la vereda. La Avenida
Mitre brillaba, estaba iluminada y todos los automóviles eran negros, menos el
del gordo.
Lo
seguíamos de cerca. Iba él, Paquito con el fueye y entre algunos amigos
decidimos encararlo.
Yo no sé de
donde saqué coraje y le dije: — Troilo,
usted puede tocarnos una última música para nosotros?
El gordo
generoso como siempre nos sonrió, le pidió a Paquito el bandoneón , apoyó el
pié en el guarda barro del “Os Mobile” blanco y de sus manos mágicas surgieron
la melodías de “Quejas de bandoneón” y por último de “Inspiración”.
Parecía que
fuese la primera vez que había escuchado música porque en aquel momento se
abrieron canales de percepción que estuvieron tapados por culpa de nuestra
egolatría o por la dificultad de salir de uno mismo.
El Gordo
subió al coche, se fue y yo me quedé con la sensación que aquellas dos músicas
fueron tocadas apenas para inspirar mi corazón y enseñarme algunas pequeñas
cosas que no sabía.
Simplemente bello!!!
ResponderExcluirMuchas gracias Patricia.
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